La U de la Felicidad

En términos generales, las personas jóvenes tienden a preocuparse por la idea de envejecer. La percepción general es que, como “adultos mayores”, nos enfermaremos más fácilmente, seremos menos activos físicamente, socializaremos menos y tendremos una menor calidad de vida. Sin embargo, los Geriatras y Gerontólogos sabemos que esta percepción es errónea y una de las maneras más sencillas de explicarlo es a través de lo que se conoce como “La U de la Felicidad”.
La percepción general es que, como “adultos mayores”, nos enfermaremos más fácilmente seremos menos activos físicamente, socializaremos menos y tendremos una menor calidad de vida.
Este término es relativamente reciente, pero el concepto no es nada nuevo. De hecho, está basado en los resultados de cientos de estudios, realizados en decenas de miles de personas alrededor del mundo. La idea se basa en el fenómeno de graficar los niveles de felicidad promedio de una población, contra los distintos grupos etarios de esa misma población. Lo que resulta y que se ha replicado consistentemente alrededor del mundo es que hay dos “picos” de felicidad en la vida de la mayoría de las personas: la niñez y la vejez. Por el contrario, la juventud suele ser la época de la vida donde más personas reportan elevados niveles de estrés, ansiedad y depresión. Al graficar estas tres etapas de la vida, se observa una forma de “U”, en donde los picos son la niñez y la vejez, y el valle es la juventud.
Para explicar este fenómeno lo más sencillo es empezar por la etapa de la niñez. En esta etapa de la vida se vive siempre en el presente y no existen preocupaciones por el pasado ni el futuro. Esto se debe a que la madurez neurológica de los niños no ha alcanzado el punto en donde son capaces de realizar abstracciones tan complejas. Por lo mismo, no se preocupan por las situaciones socio-económicas que suelen dominar las mentes de los adultos. A su vez, esto genera la tranquilidad de no tener grandes responsabilidades, fuera de ir a la escuela y obedecer a sus padres y maestros. Pero quizás el factor más determinante es que la niñez es la época de la vida en la que más se recibe amor incondicional, inclusive si no se vive con los padres biológicos. Quienes quieran que sean sus cuidadores, todos les muestran afecto y amor, sin pedir algo a cambio. (Claro que existen muy lamentables excepciones a esta regla, pero las omitiremos, de momento). Cuando somos adultos, esto es mucho más difícil de lograr o de afirmar porque las relaciones humanas son mucho más complejas. Por último, en la niñez todas nuestras necesidades (básicas y avanzadas) están cubiertas por alguien más. Es decir, todo lo relacionado con la salud, higiene, vestimenta, alimento, vivienda, sustento y afecto se les provee sin que tengan que preocuparse por la manera en que se obtuvo. Al no tener todas esas preocupaciones, resulta evidente que los niños sean mucho más capaces de divertirse con cosas sencillas, inclusive sin grandes gastos o sin salir siquiera de sus casas. También se explica por qué los niños son tan sociables, pues (en general) no son prejuiciosos y hacen amigos fácilmente.
En esta etapa de la vida (la niñez) se vive siempre en el presente y no existen preocupaciones por el pasado ni el futuro.
Ahora hablemos de lo que ocurre en la juventud. Al final de la adolescencia, empezamos a volvernos independientes y empezamos a tener que preocuparnos por primera vez por construir nuestro propio futuro. Naturalmente, la tendencia es a comenzar esta etapa de la vida con optimismo (acarreado desde nuestra infancia), caracterizado por grandes sueños de hasta dónde podremos llegar y qué logros queremos alcanzar. Son comunes los conceptos idealizados, entre los 20 y los 30 años, de querer llegar a ser personas con un elevado nivel económico o con mucho prestigio y fama. Sin embargo, para la mayoría de la gente, estos sueños resultan difíciles de alcanzar o imprácticos dentro de nuestras circunstancias o inclusive resultan sueños “vacíos” que no nos dan la satisfacción emocional que prometían. Esto suele ser profundamente desalentador y es generalmente en la llamada “media edad” (entre los 35 y 45 años) cuando caemos en la realización de qué tenemos que trabajar quizás más de lo que hubiéramos querido y acabamos racionalizando mucho de lo que hacemos, esencialmente poniendo en una balanza nuestros deseos y aspiraciones, contra nuestras necesidades y obligaciones. Estas últimas son las que suelen tener mayor peso, especialmente a medida que crecen nuestras familias y con ello el número de personas que dependen de nosotros. Pero eso no es todo. A lo anterior se le suma el ”temor existencial” relacionada con la certeza de que eventualmente vamos a fallecer y que ya estamos cada vez más cerca de la tercera y última etapa de la vida. Entonces nos encontramos frente a la incompatibilidad de necesitar más tiempo (más “vida”) para hacer todo lo que quisiéramos y saber que no sólo no tenemos ese tiempo, sino que el poco tiempo que sí tenemos, se está acabando. Entonces la juventud, a pesar de ser una etapa que está llena de alegrías muy importantes, tales como la formación de una familia o nuestro crecimiento laboral, académico o social, está también acompañada del mayor nivel de estrés económico, laboral, emocional y existencial.
Entonces la juventud, a pesar de ser una etapa que está llena de alegrías muy importantes, tales como la formación de una familia o nuestro crecimiento laboral, académico o social, está también acompañada del mayor nivel de estrés económico, laboral, emocional y existencial.
Lo anterior debe sonar sombrío, sin embargo, es curioso cómo la gente aún piensa que esta etapa es mejor que la vejez. Afortunadamente, la realidad es aún mejor, pues la vejez sí es una etapa de mucho mayor felicidad y de menos responsabilidades y estrés. Después de los 60 ó 65 años, en promedio, comienza una etapa en la que naturalmente dejamos de preocuparnos por el futuro y por lo cotidiano, ya que se caracteriza por una mucho mayor madurez emocional e intelectual, producto - justamente - de todos los años de vida que nos han llevado hasta ese momento. Por lo mismo, los adultos mayores tienden a valorar mucho más las cosas y la vida en general. Valoran los logros que sí alcanzaron, la familia que formaron, las relaciones sociales que mantuvieron y las pertenencias que acumularon. En otras palabras, los adultos mayores ya no sienten la necesidad de perseguir esos grandes (y falsos) sueños, pues han aprendido a disfrutar los momentos con sus familiares y amigos. Además, en esta etapa de la vida, las responsabilidades ya son mucho menores, pues ya disminuyó al mínimo el número de personas dependientes de ellos. Además, aquellos que eran profesionistas con frecuencia ya están jubilados y ya no tienen que responder a un horario o jerarquía laboral. Desde el punto de vista social, es común que los círculos de amigos sean menores en tamaño, pero eso no produce un impacto negativo, pues los amigos que conservan suelen ser personas con las que han convivido por mucho tiempo y que conocen a profundidad, por lo que saben que son confiables y leales. Y quizás lo más interesante de esta etapa es justamente que suele desaparecer el temor existencial, debido a que el cerebro ha evolucionado justamente para no vivir su vejez con temor. Esto refuerza la tendencia a concentrarse y a disfrutar mucho más del presente.
Después de los 60 ó 65 años, en promedio, comienza una etapa en la que naturalmente dejamos de preocuparnos por el futuro y por lo cotidiano, ya que se caracteriza por una mucho mayor madurez emocional e intelectual.
En resumen, sí es posible ser felices toda la vida, pero es más fácil alcanzar este estado en la niñez y en la vejez. Sin importar quiénes somos, dónde nacimos o a qué nos dedicamos, es reconfortante saber que la vida nos tiene un regalo guardado para el final. Así que, ¿por qué no cuidarnos lo más posible desde que somos más jóvenes para poder aprovechar mejor ese regalo cuando nos toque?
Sobre el Autor
El Dr. Alberto Agustín Palacios García es Geriatra Certificado egresado del Instituto de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”, académico del Tecnológico de Monterrey y de la Academia AMIR México, así como Director Médico de las startup de salud digital para adultos mayores, Lyptus Medical.
Resumen
En un mundo en donde hemos aprendido a valorar la juventud sobre la vejez, resulta paradójico pensar que los seres humanos somos más felices después de los sesenta años que en nuestra etapa como adultos jóvenes. En este artículo, el Dr. Alberto Palacios expone las razones científicas que explican este fenómeno y destaca la importancia de cuidarnos para disfrutar de esta etapa de nuestras vidas.
Fuentes
- Rauch, Jonathan. The happiness curve: why life gets better after 50. First Picador edition. New York: Picador, a Thomas Dunne Book, 2019
- Ashton Applewhite. The U-curve of happiness: Why old age is a time of psychological bliss. Big Think, 2019. https://www.youtube.com/watch?v=9YCsL9wrGwQ
- Joshua Wolf Shenk. What makes up happy? The Atlantic. June, 2009. https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2009/06/what-makes-us-happy/307439/?utm_source=copy-link&utm_medium=social&utm_campaign=share
- Robert Waldinger. What makes a good life? Lessons from the longest study on happiness. TED Talks, 2016. https://www.ted.com/talks/robert_waldinger_what_makes_a_good_life_lessons_from_the_longest_study_on_happiness?utm_campaign=tedspread&utm_medium=referral&utm_source=tedcomshare